miércoles, 11 de marzo de 2015

El inicio de la lujuria. Aventurax 2.1

Desde que me contó su primera aventura nuestra relación cambió. En estos casos, la relación suele ir a peor y se rompe o deciden darse una oportunidad, en la que siempre queda algo en el interior y nunca vuelve a ser lo mismo. Nosotros tuvimos suerte. No solo no empeoró nuestra relación, sino que la mejoró y muchísimo. Adquirimos más confianza, nos volvimos más abiertos con nuestros pensamientos, nos comunicábamos más, adquirimos una nueva confidencialidad. Nos ayudó a conocernos más y eso hizo que nuestro amor incrementara. Yo le preguntaba cosas sobre su vida amorosa anterior. Quería conocerlo todo de ella. Cuando hacíamos el amor le preguntaba y ella me contaba con detalles como había follado con Ángel, su único novio antes que yo. Nos poníamos a mil mientras me contaba como la besaba, como la tocaba, como la chupaba, como la follaba... Me gustaba que me contara, mientras se la metía con fuerza, que se ponía muy cachonda llenándose la boca entera con la mitad del pollón de Ángel.
Algún día lo conseguirás, putita —le decía aumentando el ritmo.
¿Quieres que me la meta entera, cariño? —me preguntaba entre gemidos.
¡Si!. Quiero que sigas practicando hasta que te la tragues toda.
Ella se ponía muy caliente y yo más todavía. Me explicaba, mientras me besaba, que a Ángel le encantaba que se la comiera hasta que se corría en su boca y que ella, como ya era una guarrilla, cuando follaban y Ángel le decía que se corría, se sacaba la polla de su encharcado chochito, le quitaba el condón, se la metía en la boca todo lo que podía y se tragaba toda la leche. A mí me encantaba besarla sabiendo que su ex se había corrido allí cientos de veces y me ponía tanto que no aguantaba más y mi corrida salía disparada llenándole el cuerpo.
Echábamos unos polvazos...
A veces me preguntaba si a mí no me apetecería acostarme con otra y yo siempre le respondía con toda sinceridad, que me ponía tan caliente con lo que me contaba, que mi deseo era que ella follara con otros. Ya no me interesaba ninguna otra mujer. Solo ella. Quería que me amara solo a mí pero deseaba que volviera a follar con Ángel.

El día de su segunda aventura, fue un viernes y fuimos a la playa. La pasé a buscar con mi coche por casa de sus padres sobre las diez de la mañana. Cuando llegamos, extendimos las toallas y se sacó el vestido veraniego que llevaba. Me quedé contemplando lo preciosa que estaba con su bikini nuevo. Nos sentamos, sacó el bote de crema, me dijo que le diera por la espalda y yo aproveché para masajearle la espalda, bajando un poquito por su culo. Después pasé a sus piernas. Le dije que se diera la vuelta para continuar por la parte delantera de sus piernas, subí por su ingle, su barriga completamente lisa, seguí subiendo hasta su pecho e introduje disimuladamente un dedo por su bikini para tocarle el pezón.
Ssssh, nos van a ver —me dijo abriendo los ojos y sonriendo.
Buuuffff... —resoplé— no puedo evitarlo, estás buenísima. Me estoy poniendo muy caliente con tanta cremita, voy a darme un baño.
Me levanté y ella me dijo que la esperara, que venía conmigo. Fuimos cogidos de la mano hacia la orilla.
¡Oh, está helada! —se quejó.
Vamos, no seas cobarde —la incité soltándome de su mano y corriendo hacia dentro.
Corrí unos metros y me zambullí en el agua, que estaba un poco fría a decir verdad. Saqué la cabeza y la vi todavía en la orilla, dudosa, por lo que mentí y le hice una señal indicándole que viniera, que en esa zona el agua estaba perfecta. Insistí, al momento empezó a correr y el tiempo pareció ralentizarse permitiéndome disfrutar a cámara lenta de la visión de mi preciosa novia corriendo hacia dentro, con sus tetitas botando dentro de la parte de arriba de su bikini. El tiempo recuperó su velocidad normal mientras se zambullía y al instante salía frente a mí la más bonita de las sirenas, con su cabello mojado pegado a la cara, el agua del mar recorriendo su piel y dos puntos marcadísimos en la tela de su bikini. Mi miembro creció al instante y fui corriendo a abrazarla. Ella se enganchó a mí como un koala, los brazos agarrados a mi cuello, sus piernas envolviendo mi cintura, su cuerpo tembloroso pegado a mí, clavando sus pezones, duros como piedras, en mi torso.
¡Madre mía! —exclamé en su oído—, tienes los pezones muy duros.
Está helada, mentiroso —dijo, poniendo cara de enfadada.
Le sonreí y la besé apretándola contra mí.
Tú también tienes algo duro por ahí abajo, ¿no? —dijo sonriendo.
Volvió a besarme, deslizando su mano entre los dos, bajando hacia mi polla. La agarró, la apretó con fuerza.
No te animes, que hay mucha gente —dijo soltándome y volviendo a zambullirse en el agua alejándose de mí.
La vi salir del agua y dirigirse a la toalla, todavía empalmado. Me quedé un rato en el agua, nadando, mientras bajaba mi erección. Cuando estuve listo, salí del agua y fui a reencontrarme con Pilar. Estaba tumbada boca arriba tomando el sol. Su piel estaba ya casi seca, a excepción de algunas gotas que se resistían a abandonar el placer de posarse en ella. Sus pezones todavía se marcaban levemente, por lo que recordé, sintiendo movimiento en mi entrepierna, que cuando había salido del agua, los que se habían cruzado con ella se los habían visto bien marcados.
¿Ya se te ha pasado? —me preguntó cuando me senté en la toalla.
Se me había pasado —respondí—, pero esas gotitas que quedan en tu cuerpo... quiero lamértelas —le susurré al oído. ¿Por que no nos vamos? —le pregunté mientras ella levantaba un poco su cabeza para ver las gotas sobre su piel.
Es muy pronto todavía, pero te dejo que te bebas esta gotita —dijo provocándome, señalando una de las gotas que había en su vientre, cerca del ombligo.
Yo bajé despacio, disimulando. Miré alrededor y nadie parecía prestarnos demasiada atención. Sólo un hombre, de entre treinta y cinco y cuarenta años, sentado unas toallas más allá junto a su mujer, miraba de vez en cuando a Pilar, pero nada descarado, así que me lancé hacia el vientre de mi novia, para recoger aquella gota reluciente, mientras la miraba a los ojos. Ella me sonrió y dándose la vuelta me dijo que le deshiciera el nudo del bikini para que no le quedaran marcas en la espalda. La obedecí, deshice el nudo, deslicé las tiras y me tumbé a su lado. Contemplaba su espalda desnuda dorándose al Sol, su culo redondo y respingón, su tetita aplastada contra la toalla por el peso de su cuerpo.
¿Que miras? —me preguntó mirándome con los ojos entrecerrados.
Tu tetita —respondí.
¿Te gusta?
Ya sabes que sí, pero me gustaría verla un poco más.
¿Así? —preguntó, mientras levantaba su cuerpo un poco del lado que yo veía, dejando a su pecho recuperar su forma natural.
Uuufff —susurré mientras estiraba mi cuello para besarla y subía mi mano para acariciar su pezón —me encantan tus tetitas, cuando lleguemos a casa —la de mis padres, que trabajaban todo el día y no llegaban hasta la noche. Todavía no nos habíamos independizado —, me las voy a meter enteritas en la boca.
Mmmm... me encanta que hagas eso. ¿Te gustan mis tetitas blanquitas?
Sí —una idea vino a mi mente de repente—. Pero si no quieres tener marcas en la espalda, ¿porqué quieres tenerlas en las tetas?. ¿No te gustaría tenerlas morenitas también?.
No se, supongo que sí, pero me da vergüenza —confesó tímidamente.
¿Vergüenza por qué?. Las tienes preciosas, firmes. Y es algo natural, muchas chicas hacen topless y no pasa nada.
¿Y a ti no te importa que me puedan ver las tetas tantas personas?
No —respondí rotundamente—. Me encantaría que te dieras la vuelta ahora mismo y te sentases con las tetitas libres al Sol.
La besé de nuevo.
¿Te atreves? —le pregunté sonriendo cariñosamente mientras le tendía la mano para ayudarla a darse la vuelta.
Estás loco —me dijo, devolviéndome la sonrisa mientras aceptaba mi mano y se incorporaba.
Loco por ti —admití contemplando como sus pechos recibían los primeros rayos del Sol.
Tengo que ponerme crema o se me van a quemar —dijo mientras cogía la bolsa y sacaba el bote.
¿Quieres que te eche yo? —pregunté lascivamente.
Nooo —susurró algo sonrojada mientras ponía la crema en sus pequeñas manos—, ¿como vas a sobarme las tetas aquí en medio de tanta gente? —continuó mientras empezaba a extendérsela—. ¡Loco!.
Que visión... Como me ponía ver a mi novia amasándose las tetas en la playa llena de gente. Las tenía embadurnadas y se las frotaba una y otra vez para que la piel de sus pechos absorbiera la crema. Pude ver como el hombre que antes la miraba con disimulo, se había percatado y también estaba disfrutando de la situación, mirando ahora con más atención. A mi eso, lejos de molestarme lo que hizo fue aumentar mi excitación. Me gustaba ver como aquel tío disfrutaba con mi novia, que no se había dado cuenta, tanto como yo. Cuando acabó se tumbó de nuevo dispuesta a tomar el Sol.
¿Cómo estás? —le pregunté.
Muy bien —respondió con una sonrisa—. ¿Y tú?
Cachondo —respondí—, deseando follarte.
Dentro de un ratito —contestó sacándome la lengua y cerrando los ojos.

Me di la vuelta y me puse boca abajo, con la cabeza alzada para tener una buena visión de sus tetas. Tenía ganas de morderlas. En una ocasión pillé a nuestro vecino mirando a Pilar, nuestras miradas se cruzaron, yo le sonreí, indicándole que podía mirar, pero al parecer el hombre se cortó y ya no volvió a mirar hasta que se fueron, una media hora después, cuando aprovechó para echar una última mirada de despedida, como fotografiándola en su mente, seguramente para hacerse una buena paja en casa cuando no estuviera presente su mujer.
Nosotros estuvimos un rato más, relajados tomando el Sol, hasta que Pilar se cansó y me propuso irnos. Yo acepté encantado, ya que tenía ganas de llegar a casa de mis padres para poder disfrutar de su cuerpo. Fuimos a buscar el coche aparcado en un parking cercano, por suerte unas palmeras le daban sombra, así que no lo encontramos ardiendo, como suele pasar en verano. Abrí y mientras Pilar guardaba la bolsa en el maletero, yo arranqué el motor y puse un disco de Extremoduro. El resto del camino lo pasamos cantando junto a Roberto Iniesta.

Cuando llegamos a casa, Pilar fue al balcón a tender las toallas y yo me dirigí a la ducha para quitarme del cuerpo la pegajosa arena de la playa. Poco tiempo después, mientras me enjabonaba vi como mi novia entraba en el cuarto de baño, se quitaba el vestidito playero, la parte de arriba de su bikini, dejándome ver unas tetitas rosaditas por el Sol, luego se desprendió de la braga y se metió en la ducha conmigo. Nos encantaba ducharnos juntos y siempre que disponíamos de una casa libre y teníamos que ducharnos, aprovechábamos para meternos juntos.
Tienes las tetas rojitas —le dije mientras me abrazaba y se acercaba para besarme.
Claro, me ha dado mucho el Sol. ¿Te gustan? —me preguntó después de besarme, aún abrazada a mí.
Mucho —contesté entre besos.
¿Te a gustado que hiciera topless?
Me ha encantado —contesté incrementando la pasión de los besos—. Y no he sido al único al que le ha gustado.
¿Y eso? —preguntó sorprendida.
Un hombre que teníamos cerca te ha pegado un buen repaso —le dije agarrándola de las piernas para que volviera a rodearme como lo había hecho en el mar—. Y ha flipado tanto como yo cuando te has magreado las tetas huntándote la crema. Hoy se hará una buena paja a tu salud.
¿Qué dices? ¡Qué vergüenza! —exclamó.
Ha sido muy excitante —le confesé atraiéndola hacia mí y metiéndole la polla en su chochito abierto gracias a la posición, mientras el agua caía por nuestro cuerpo.
Mmmm... —gimió mientras se la introducía—. ¿Te ha gustado el día de playa entonces, mi amor?
Sí, me ha gustado mucho —afirmé—. Me ha gustado ver tu cuerpecito con el bikini, tus pezones duros dentro del mar marcándose en la tela —le comentaba mientras la agarraba del culo, haciéndola subir y bajar para meter y sacar mi polla—, tus tetitas al aire en la playa llena de gente, tu masaje con la crema mientras aquel tío te miraba —seguía mientras aumentaba el ritmo y ella me escuchaba a la vez que gemía—, saber que se va a correr pensando en ti...
Me corro —tuve que decirle ante la idea de aquel tío meneándose la polla y soltando leche con la visión de las tetas de mi novia.
Córrete en mis tetitas —dijo arrodillándose y estrujándoselas— ya que te han hecho disfrutar tanto.
Empecé a soltar chorros de leche sobre sus tetas y ella se la esparcía como había hecho en la playa con la crema. Mientras mi polla soltaba las últimas gotas se levantó a besarme, yo la empuje contra la pared sin dejar de besarla e introduje mis dedos en su coño mientras el agua caía por mi espalda. Se los metía profundo y los sacaba para jugar con su clítoris húmedo por sus jugos y el agua de la ducha. Poco después empezó a estremecerse, la abracé fuerte, acariciándole suave mientras sus piernas temblaban y se corría en mi mano. Una vez satisfechos ambos, acabamos de ducharnos, preparamos la comida y después de comer nos fuimos a mi habitación y nos tumbamos en la cama, desnudos porque hacía calor.

Cuando llevábamos un rato tumbados tranquilamente en la cama viendo una serie de la tele, el móvil de Pilar emitió un sonido, había recibido un sms. Se incorporó para coger el teléfono y volvió a tumbarse, esta vez boca abajo, para leer el mensaje. Yo la miraba y pude ver que se sonrojaba, no se porque mi mirada bajó hacia sus pechos y pude contemplar que sus pezones se habían puesto duros. Vi que me miraba de reojo.
¿Quién es? —pregunté nervioso.
Ángel.
¿Y qué dice? —pregunté más nervioso aún, notando los latidos de mi corazón.
Que le gustó mucho lo del otro día —respondió con timidez.
¡Joder!. Ángel tenía que poner muy cachonda a mi novia para que con un simple mensaje ya se le pusieran los pezones duros.
¿No le respondes?
No. Yo solo te quiero a ti, cariño —respondió y me besó.
Eso ya lo se, mi amor. Pero ya te dije que si te lo querías follar, podías —le dije con el corazón cada vez latiendo más fuerte.
Ya, pero estábamos cachondos. No...
Ahora también te lo digo —la interrumpí—. Te gusta follar con él, ¿no?.
Sí, pero...
Pero nada —interrumpí de nuevo—. ¿A ti te gustó lo del otro día?.
Sí, claro —admitió.
Pues contéstale, dile que ha ti también te gustó.
¿Seguro?
Sí —confirmé, acercándome a ella para rodearla con mi brazo y besarla.
Cogió el móvil y empezó a teclear. Escribió que a ella también le había gustado. Me miró. Di mi aprobación afirmando con la cabeza y lo envió. No le dio tiempo dejar el móvil cuando ya había recibido su respuesta.
¿Qué dice? —pregunté impaciente, antes incluso de que abriera el mensaje.
Que está por aquí de nuevo y que le gustaría quedar conmigo esta noche.

Ángel se había ido a estudiar a Madrid, por eso lo habían dejado según Pilar, decía que eran demasiado jóvenes para atarse y mantener una relación a distancia. El solía bajar cada cierto tiempo a visitar a su familia y aunque le había contado a Pilar, el día que se la folló, que tenía una novia más o menos formal, siempre bajaba solo.

¿Quieres? —le pregunté.
No se... —dudó—. ¿Tú quieres? —preguntó con cara de niña buena.
Si a ti te apetece meterte su polla —vi como se mordía el labio y se le ponía cara de deseo—, me encantaría que fueras.
¿No te importa?
Me importa si te quedas con las ganas. Deseo tu felicidad y quiero que disfrutes. Pregúntale que te propone.
Eres el mejor novio del mundo —me dijo mientras escribía.
Y tú la chica de mis sueños —le contesté mientras el móvil volvía a sonar.
He bajado porque tengo una cena familiar, pero yo no tardaré mucho en pirarme. Si quieres te paso a buscar por la disco del otro día y nos vamos al apartamento. No me apetece estar por ahí, prefiero estar de relax.
Los padres de Ángel tenían algo de pasta y aparte de un piso en el centro de Barcelona, tenían un apartamento en un pueblo cercano, donde Pilar lo conoció a los dieciséis años.
¿Le digo que sí?
Sí —confirmé.
Envió el mensaje aceptando la invitación.
Vale, guapa. Te llamo cuando salga de la cena para recogerte —recibió como respuesta.
¿Cómo te has puesto, no? —preguntó mirando mi entrepierna.
Yo estaba tan nervioso que ni siquiera me había percatado de la enorme erección, sentía que el corazón se me salía por la boca reseca.
Yo también estoy cachonda —me confesó poniéndose encima mio y metiéndose mi polla en su chochito sin ninguna dificultad.
Se movía de tal manera, tenía el coño tan caliente y yo estaba tan cachondo que no tardé ni dos minutos en decirle que me corría. Me sacó de ella y me masturbó, el primer chorro de leche saltó hacia mi barriga y los siguientes se derramaban entre mi polla y su mano. Cuando me dejó seco, subió hacia arriba, se sentó en mi cara con las piernas abiertas y me hizo comerle el coño. Me encantaba. Estaba muy húmedo, muy dulce, muy caliente. Yo lamía cada vez más rápido hasta que su cuerpo empezó a temblar mientras su coño me llenaba la boca. Todavía se quedó un rato en esa posición, mientras yo lamia suave, acariciándole con la lengua sus labios vaginales. Después bajo. Me besó. Acomodó su cabeza en mi pecho. La abracé...

Continuara...

No hay comentarios:

Publicar un comentario