Tengo
que admitir que me enfadé. Me enfadé muchísimo cuando me enteré
que mi mujer, por aquel entonces mi novia, me había sido infiel. Y
para más inri, con su ex. No me lo podía creer.
Por
aquel entonces ella tenía dieciocho años y yo había cumplido los
veinte ese verano. Llevaba unos días un poco rara. Más mimosa, más
silenciosa, algo ausente perdida en sus pensamientos...
El
día que me lo confesó estábamos en el sofá de casa de sus padres,
que se habían ido el fin de semana, viendo una película en la
televisión después de cenar, sentados cariñósamente abrazados. En
un momento dado ella giró su cuello y empezó a besarme despacio y
suave por la cara, el cuello, la boca. Después se sentó encima mio
y me abrazó muy fuerte, yo la estreché en mis brazos y le pregunte
que le pasaba.
—Tengo
que decirte algo, pero no me atrevo.
—¿Por
qué no te atreves?. ¿Qué te pasa?. ¿Qué te preocupa?
—Es
que te vas a enfadar y no quiero que te enfades conmigo, yo te quiero
mucho.
—Yo
también te quiero mucho, ya lo sabes. Va, dime que te pasa —le
dije, deshaciendo el abrazo para poder mirarla.
Ella
me miró a los ojos y lentamente acercó sus labios a los míos para
besarme, tan suavemente como si quisiera extasiarme acariciándome
con su boca.
—Me
he acostado con Ángel —soltó de golpe, mientras se enganchó a mi
cuerpo con toda la fuerza de sus pequeños brazos.
Me
quedé en “shock”.
—No
me dejes, no me dejes, no me dejes —repetía una y otra vez
mientras se apretaba más y más contra mí.
—¿Qué
te has acostado con Ángel, tu ex? —logré preguntar pasada la
sorpresa inicial, intentando volver a separarla de mí para poder
mirarla a los ojos.
—Si,
lo siento mucho —respondió, mientras sus ojos húmedos dejaban
caer lágrimas que resbalaban por sus mejillas—. No volverá a
pasar. Perdóname, lo siento. Perdona, perdona... —repetía sin
dejar de besarme.
No
sabía como reaccionar. No sabía lo que sentía. Estaba
tremendamente enfadado, pero la amaba. Estaba rabioso por lo que
había hecho, pero me enternecía verla tan triste, llorando y
pidiéndome perdón. La odiaba por la dureza de su confesión, pero
estaba preciosa tan frágil. Y sus besos producían un efecto
hipnótico. La besé. No se porque, pero la besé. La besé cada vez
con más ganas y más pasión.
—¿Cuando?
—le pregunté mientras seguía besándola.
—El
viernes pasado —respondió sin dejar escapar mi boca.
—¿Cuando
saliste con tus amigas? —volví a preguntar mientras nos besábamos
más frenéticamente.
—Si,
lo siento mi amor.
—¿Cómo?
—pregunté mientras le daba la vuelta para ponerla en el sofá y
colocarme encima.
—Me
lo encontré allí —dijo mientras le mordía los labios y le abría
la camisa arrancándole los botones sin miramientos—, se acercó a
saludarme y... no se como pasó, pero cuando me di cuenta nos
estábamos liando.
Me
la imaginé besando a Ángel. Le arranque también el sujetador,
dejando al aire aquellos pechos que me volvían loco. Los agarré con
mis manos con dureza.
—Aaaay!
—gritó Pilar de dolor.
Estaba
enfadado, pero cada vez más excitado. Acallé sus quejidos besándola
con pasión, metiendo mi lengua es su boca mientras pellizcaba uno de
sus duros pezones.
—¿Dónde
lo hicisteis?
—En
el coche de su padre —contestó mientras yo seguía amasando sus
pequeños y firmes seños—, me lo propuso y lo hice sin pensar —me
contó mientras yo bajaba mi boca para meterme sus tetas en ella—.
No se porque, pero me puse muy cachonda mientras nos liábamos y me
vino a la mente la imagen de su polla —seguía contándome mientras
mi mano se deslizaba por su vientre, desabrochaba el botón de su
pantalón y le agarraba el coño por encima de sus bragas empapadas.
—Estás
chorreando, ¡puta! —exclamé—. ¿Tanto te gusta su polla? —le
pregunté mientras me incorporaba y le quitaba los pantalones.
—¡Oh,
cariño, yo te quiero a ti!
—Yo
también te quiero a ti —dije mientras le bajaba las bragas y
dejaba a mi vista su vagina totalmente depilada y completamente
húmeda—, pero no te he preguntado eso, te he preguntado, si tanto
te gusta su polla —le repetí mientras puse mi boca entre sus
piernas y pasé la lengua para limpiar sus jugos.
—Aaaah!
—gritó muy excitada—, ¡la tiene muy gorda!
No
lo pude evitar, sentí una presión enorme en mis pantalones.
Escuchar esas palabras hizo que mi erección creciera
considerablemente, tanto que me producía dolor. Desabroché mis
pantalones y bajé mis calzoncillos, liberando mi polla que estaba
irreconocible de grande y dura.
—Oooh!
—exclamó Pilar, también sorprendida.
—Así
que la tiene muy gorda, ¿no? —le pregunté mientras me
arrodillaba.
—Mmmm...
—gemía Pilar de placer mientras le succionaba el clítoris rosado
y empapado—, mmmm... ¡Si, la tiene gordísima!
—¿Si?,
¿Así? —dije introduciendo fuerte y profundo dos dedos de mi mano.
—¡Ooooh!
—exclamó Pilar abriendo sus piernas-.
—¿Así?
—insistí metiendo y sacando mis dedos con velocidad.
—No,
la tiene más gorda —consiguió responderme entre gemidos.
—¿Más
gorda?. ¿Así? —pregunté de nuevo mientras metía un tercer dedo
sin dificultad en la empapadísima cueva de mi novia.
—Mmmmm...
más gorda —me contestó entrecortadamente mientras abría más sus
piernas y se agarraba las tetas.
—¿Más
gorda todavía?. ¿Seguro? —dije mientras observaba excitadísimo
como el coño de mi novia se tragaba cuatro de mis dedos enteritos.
—¡Oooooh!
¡Siiii! ¡Siiiii!—gritaba descontrolada—. Así la tiene Ángel.
Oír
su nombre casi hizo que me corriera aun sin haberme tocado la polla.
Estaba más cachondo que nunca, con el rabo a punto de reventar.
Estaba excitadísimo viendo a Pilar agarrarse las tetitas con fuerza,
con las piernas muy abiertas y el coño más abierto aun. Alucinaba
viendo como el pequeño chochito de mi novia se abría al máximo
para que entraran mis cuatro dedos a la vez. Me encantaba ver como se
abría y se cerraba al sacar mis dedos cada vez más empapados y no
podía sacarme de la cabeza que hacía una semana lo había tenido
así de abierto, pero con una polla dentro.
Sus
gritos empezaron a subir, sus gemidos cada vez eran más fuertes y
más seguidos, mis dedos cada vez salían más empapados y volvían a
entrar haciendo un ruido como si Pilar tuviera el coño encharcado.
Cada vez se los metía más rápido, más fuerte, más profundo,
hasta que ella gritando como una loca, empezó a sacar chorros y
chorros. La muy puta se estaba corriendo como nunca con la paja que
le estaba haciendo. Me encantaba verla así, con el chocho chorreando
como una fuente, así que sin sacar mis dedos, acerqué mi boca y
empecé a tragarme sus jugos dulces. Me empapó la mano, el brazo, la
camiseta, la cara y me llenó toda la boca.
Cuando
sus espasmos pararon, saqué mis dedos y limpié bien todo su coño
abierto. Conforme iba lamiendo, ella empezó a moverse de nuevo, me
apretó la cabeza con sus piernas y con sus manos me la empujaba
hacia abajo para que siguiera lamiendo. Noté que seguía excitada y
pronto su chochito volvía a estar bien húmedo. Me levanté, la
miré, me acerqué para besarla en la boca y mientras la besaba
agarré mi polla y empecé a frotar mi capullo contra su coño.
Empezaba por abajo, cerca del culo, subía notando como se abrían
sus paredes queriendo succionarme el rabo y seguía subiendo hasta
acariciarle el clítoris con mi glande. Repetía el camino una y otra
vez mientras la besaba.
—¿Quieres
que te la meta? —pregunté empujando un poco mi polla hacia
adentro.
—Si,
mi amor. Quiero que me la metas. Métemela toda, por favor
—suplicaba.
—¡Cuéntamelo
todo!
—¿Qué
quieres que te cuente?
—Todo,
quiero saberlo todo. ¿Cómo te folló?
—Cariño...
¿seguro? —preguntó, no del todo convencida.
—Si
—afirmé apretando un poquito más hacías dentro—. Venga.
Saqué
la punta de mi polla de su coño y empecé a restregarme en su
clítoris mientras me empezaba a contar.
—Fuimos
al coche, abrió y nos sentamos detrás. Nada más entrar ya se sacó
la polla y la tenía muy dura. Estaba como hipnotizada viéndosela y
empecé a tocársela mientras recordaba como disfrutaba con ella.
Empecé
a metérsela muy despacio. Sin condón. Aunque ella todavía no
tomaba la píldora nos encantaba hacerlo a pelo y casi siempre
recurríamos a la marcha atrás.
—Me
preguntó si me acordaba cuando intentaba metérmela toda en la boca.
Le dije que si, que nunca podía porque era muy gorda y entonces me
dijo que porque no lo probaba ahora —empujé un poquito más hacia
dentro haciéndola gemir—. Me cogió de la cabeza y me guió hasta
su polla. Tiré de la piel hacia abajo para que saliera su gran
capullo y lo lamí. Después abrí la boca todo lo que puede y empecé
a tragármela —se la metí un poco más, notando como mi polla se
ensanchaba pero todavía entraba con mucha facilidad en su coño
abierto—, cuando llegué a la mitad de su rabo ya tenía la boca
llena —empujé hasta tener la mitad de mi miembro metido dentro de
ella—. Mmmm... le dije que era imposible meterse todo ese pollón
en la boca y me dijo que no me preocupara, que entonces tendríamos
que seguir practicando. Me levantó —siguió contándome mientras
le acababa de meter toda mi polla— me quito el vestido y las bragas
y me acarició el chochito. Ya estaba bastante mojadita. Así que me
dijo que me tumbara en el asiento que me la iba a meter por un sitio
por el que si me cabía todo su pollón. Me tumbé —yo ya estaba
empezando a follármela bien y ella seguía contándome su aventura
mientras gemía— me abrió las piernas, se puso el condón y me la
empezó a meter.
—¿Te
gustaba cuando te la metía?
—Si
—respondió mientras empezaba a aumentar el ritmo de mis entradas
en su coño—, estaba muy mojada y notaba mi chochito abrirse mucho
con su pedazo de polla.
Me
estaba encantando. Estaba disfrutando escuchando a mi novia contarme
que el coño se le abría muchísimo con la polla de su ex dentro,
mientras yo notaba entrar la mía muy suave después de habérselo
abierto al máximo con mis cuatro dedos imitando el grosor de la
polla que se había follado.
—Cuando
mi chochito se acostumbró a su tamaño comenzó a darme fuerte.
—¿Así?
—pregunté incrementando la dureza de mis pollazos.
—Mmmm...
no —respondió con cara de vicio— más fuerte, muy fuerte,
pensaba que me iba a romper el coño.
—¿Te
gustaba que te diera fuerte como a una putita?
—¡Oooh!
¡Si, mucho!
—¿Te
corriste mientras te follaba?
—¡Claro!
—exclamó gimiendo con fuerza—. Tenía el coño llenísimo y me
follaba fortísimo. Me corrí súper rápido —comentó gimiendo
entre espasmos—. ¡Oooooh! Le dejé el asiento lleno de mí —dijo
corriéndose de nuevo.
Yo
estaba apunto de correrme también, pero quería saberlo todo. Le
saqué la polla rápido y bajé otra vez a comerme su corrida.
—¿Y
después? —pregunté con la boca llena de jugo.
—Me
levanté y me senté encima de él clavándome su polla —dijo
levantándome y sentándome en el sofá—. Me la metí... así
—explicó mientras se sentaba encima mio y se clavaba mi polla—.
Cuando la tuve bien metida empecé a menear mi culito así —continuó
explicándome mientras me follaba exactamente igual a como se había
follado a Ángel—, le puse las tetitas en la boca para que me las
chupara —continuó, haciendo lo propio, mientras le agarraba ese
culazo que me encantaba— y entonces no aguantó más, me dijo que
se corría y yo hice algo que recordaba que le encantaba.
—¿Que
hiciste? —pregunté con unas ganas incontenibles de correrme.
Ella
sin decir nada sacó mi polla, se arrodilló y se la metió en la
boca haciéndome soltar los primeros chorros calientes de semen y
acto seguido la sacó y acabó de exprimirme en su cara y su pecho
para posteriormente limpiarme los restos con su lengua.
Subió,
me besó, se sentó en el sofá. Estaba exhausta, con el cuerpo
relajado. Desnuda, con el chochito colorado y abierto. Los restos de
mi semen en su pecho. Preciosa con las mejillas sonrosadas. Yo la
contemplaba. Me había dolido que me engañara...
—Te
amo —le dije sinceramente, mirándola a los ojos.
—Te
amo —respondió con una sonrisa aliviada.
Estábamos
relajados, yo tumbado a su lado en el sofá con la cabeza en su
pecho, esparciendo con caricias los restos de semen de su teta
derecha.
—¿Que
pasó después? —le pregunté mientras mis párpados empezaban a
pesar.
—Nada.
Me vestí, él me dijo que a ver si nos veíamos otro día, yo le dí
un beso para despedirme y volví con las chicas.
—¿Le
vas a ver otro día?
—¡Oh,
no! —exclamó—, ya te he dicho que te quiero a ti. Tú eres mi
novio.
—Yo
siempre voy a ser tu novio. ¿Pero no te gustaría volver a
follártelo algún día?
—No,
cariño.
—¿Seguro?
—insistí—. ¿Te gusta mucho su polla, nunca te habías corrido
así?
—Ya...
a ti también se te a puesto muy dura hoy —dijo mientras acariciaba
mi espalda—.
—Si,
me ha molestado, pero me he puesto muy cachondo oyéndote —admití
sin vergüenza—. Puedes —dije levantando mi cabeza y mirándola a
los ojos— follártelo cuando quieras.
Me
miró con cara de sorpresa. Yo la miraba y sentí crecer dentro de mí
un amor inmenso. La amaba más que a mi vida y quería verla feliz.
—En
serio. Te quiero y quiero estar contigo el resto de mi vida. Quiero
compartirlo todo contigo y si me prometes que siempre me vas a
querer, puedes acostarte con quien quieras. Solo pido que me lo
cuentes para que podamos disfrutar como hoy.
Le
sonreí. La besé con dulzura en los labios y volví a recostarme en
su pecho.
—Te
quiero —la escuché decir mientras el sueño se apoderaba de mí.
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