miércoles, 4 de marzo de 2015

El inicio de la lujuria. Aventurax 1.

Tengo que admitir que me enfadé. Me enfadé muchísimo cuando me enteré que mi mujer, por aquel entonces mi novia, me había sido infiel. Y para más inri, con su ex. No me lo podía creer.
Por aquel entonces ella tenía dieciocho años y yo había cumplido los veinte ese verano. Llevaba unos días un poco rara. Más mimosa, más silenciosa, algo ausente perdida en sus pensamientos...
El día que me lo confesó estábamos en el sofá de casa de sus padres, que se habían ido el fin de semana, viendo una película en la televisión después de cenar, sentados cariñósamente abrazados. En un momento dado ella giró su cuello y empezó a besarme despacio y suave por la cara, el cuello, la boca. Después se sentó encima mio y me abrazó muy fuerte, yo la estreché en mis brazos y le pregunte que le pasaba.
Tengo que decirte algo, pero no me atrevo.
¿Por qué no te atreves?. ¿Qué te pasa?. ¿Qué te preocupa?
Es que te vas a enfadar y no quiero que te enfades conmigo, yo te quiero mucho.
Yo también te quiero mucho, ya lo sabes. Va, dime que te pasa —le dije, deshaciendo el abrazo para poder mirarla.
Ella me miró a los ojos y lentamente acercó sus labios a los míos para besarme, tan suavemente como si quisiera extasiarme acariciándome con su boca.
Me he acostado con Ángel —soltó de golpe, mientras se enganchó a mi cuerpo con toda la fuerza de sus pequeños brazos.
Me quedé en “shock”.
No me dejes, no me dejes, no me dejes —repetía una y otra vez mientras se apretaba más y más contra mí.
¿Qué te has acostado con Ángel, tu ex? —logré preguntar pasada la sorpresa inicial, intentando volver a separarla de mí para poder mirarla a los ojos.
Si, lo siento mucho —respondió, mientras sus ojos húmedos dejaban caer lágrimas que resbalaban por sus mejillas—. No volverá a pasar. Perdóname, lo siento. Perdona, perdona... —repetía sin dejar de besarme.
No sabía como reaccionar. No sabía lo que sentía. Estaba tremendamente enfadado, pero la amaba. Estaba rabioso por lo que había hecho, pero me enternecía verla tan triste, llorando y pidiéndome perdón. La odiaba por la dureza de su confesión, pero estaba preciosa tan frágil. Y sus besos producían un efecto hipnótico. La besé. No se porque, pero la besé. La besé cada vez con más ganas y más pasión.
¿Cuando? —le pregunté mientras seguía besándola.
El viernes pasado —respondió sin dejar escapar mi boca.
¿Cuando saliste con tus amigas? —volví a preguntar mientras nos besábamos más frenéticamente.
Si, lo siento mi amor.
¿Cómo? —pregunté mientras le daba la vuelta para ponerla en el sofá y colocarme encima.
Me lo encontré allí —dijo mientras le mordía los labios y le abría la camisa arrancándole los botones sin miramientos—, se acercó a saludarme y... no se como pasó, pero cuando me di cuenta nos estábamos liando.
Me la imaginé besando a Ángel. Le arranque también el sujetador, dejando al aire aquellos pechos que me volvían loco. Los agarré con mis manos con dureza.
Aaaay! —gritó Pilar de dolor.
Estaba enfadado, pero cada vez más excitado. Acallé sus quejidos besándola con pasión, metiendo mi lengua es su boca mientras pellizcaba uno de sus duros pezones.
¿Dónde lo hicisteis?
En el coche de su padre —contestó mientras yo seguía amasando sus pequeños y firmes seños—, me lo propuso y lo hice sin pensar —me contó mientras yo bajaba mi boca para meterme sus tetas en ella—. No se porque, pero me puse muy cachonda mientras nos liábamos y me vino a la mente la imagen de su polla —seguía contándome mientras mi mano se deslizaba por su vientre, desabrochaba el botón de su pantalón y le agarraba el coño por encima de sus bragas empapadas.
Estás chorreando, ¡puta! —exclamé—. ¿Tanto te gusta su polla? —le pregunté mientras me incorporaba y le quitaba los pantalones.
¡Oh, cariño, yo te quiero a ti!
Yo también te quiero a ti —dije mientras le bajaba las bragas y dejaba a mi vista su vagina totalmente depilada y completamente húmeda—, pero no te he preguntado eso, te he preguntado, si tanto te gusta su polla —le repetí mientras puse mi boca entre sus piernas y pasé la lengua para limpiar sus jugos.
Aaaah! —gritó muy excitada—, ¡la tiene muy gorda!
No lo pude evitar, sentí una presión enorme en mis pantalones. Escuchar esas palabras hizo que mi erección creciera considerablemente, tanto que me producía dolor. Desabroché mis pantalones y bajé mis calzoncillos, liberando mi polla que estaba irreconocible de grande y dura.
Oooh! —exclamó Pilar, también sorprendida.
Así que la tiene muy gorda, ¿no? —le pregunté mientras me arrodillaba.
Mmmm... —gemía Pilar de placer mientras le succionaba el clítoris rosado y empapado—, mmmm... ¡Si, la tiene gordísima!
¿Si?, ¿Así? —dije introduciendo fuerte y profundo dos dedos de mi mano.
¡Ooooh! —exclamó Pilar abriendo sus piernas-.
¿Así? —insistí metiendo y sacando mis dedos con velocidad.
No, la tiene más gorda —consiguió responderme entre gemidos.
¿Más gorda?. ¿Así? —pregunté de nuevo mientras metía un tercer dedo sin dificultad en la empapadísima cueva de mi novia.
Mmmmm... más gorda —me contestó entrecortadamente mientras abría más sus piernas y se agarraba las tetas.
¿Más gorda todavía?. ¿Seguro? —dije mientras observaba excitadísimo como el coño de mi novia se tragaba cuatro de mis dedos enteritos.
¡Oooooh! ¡Siiii! ¡Siiiii!—gritaba descontrolada—. Así la tiene Ángel.
Oír su nombre casi hizo que me corriera aun sin haberme tocado la polla. Estaba más cachondo que nunca, con el rabo a punto de reventar. Estaba excitadísimo viendo a Pilar agarrarse las tetitas con fuerza, con las piernas muy abiertas y el coño más abierto aun. Alucinaba viendo como el pequeño chochito de mi novia se abría al máximo para que entraran mis cuatro dedos a la vez. Me encantaba ver como se abría y se cerraba al sacar mis dedos cada vez más empapados y no podía sacarme de la cabeza que hacía una semana lo había tenido así de abierto, pero con una polla dentro.
Sus gritos empezaron a subir, sus gemidos cada vez eran más fuertes y más seguidos, mis dedos cada vez salían más empapados y volvían a entrar haciendo un ruido como si Pilar tuviera el coño encharcado. Cada vez se los metía más rápido, más fuerte, más profundo, hasta que ella gritando como una loca, empezó a sacar chorros y chorros. La muy puta se estaba corriendo como nunca con la paja que le estaba haciendo. Me encantaba verla así, con el chocho chorreando como una fuente, así que sin sacar mis dedos, acerqué mi boca y empecé a tragarme sus jugos dulces. Me empapó la mano, el brazo, la camiseta, la cara y me llenó toda la boca.
Cuando sus espasmos pararon, saqué mis dedos y limpié bien todo su coño abierto. Conforme iba lamiendo, ella empezó a moverse de nuevo, me apretó la cabeza con sus piernas y con sus manos me la empujaba hacia abajo para que siguiera lamiendo. Noté que seguía excitada y pronto su chochito volvía a estar bien húmedo. Me levanté, la miré, me acerqué para besarla en la boca y mientras la besaba agarré mi polla y empecé a frotar mi capullo contra su coño. Empezaba por abajo, cerca del culo, subía notando como se abrían sus paredes queriendo succionarme el rabo y seguía subiendo hasta acariciarle el clítoris con mi glande. Repetía el camino una y otra vez mientras la besaba.
¿Quieres que te la meta? —pregunté empujando un poco mi polla hacia adentro.
Si, mi amor. Quiero que me la metas. Métemela toda, por favor —suplicaba.
¡Cuéntamelo todo!
¿Qué quieres que te cuente?
Todo, quiero saberlo todo. ¿Cómo te folló?
Cariño... ¿seguro? —preguntó, no del todo convencida.
Si —afirmé apretando un poquito más hacías dentro—. Venga.
Saqué la punta de mi polla de su coño y empecé a restregarme en su clítoris mientras me empezaba a contar.
Fuimos al coche, abrió y nos sentamos detrás. Nada más entrar ya se sacó la polla y la tenía muy dura. Estaba como hipnotizada viéndosela y empecé a tocársela mientras recordaba como disfrutaba con ella.
Empecé a metérsela muy despacio. Sin condón. Aunque ella todavía no tomaba la píldora nos encantaba hacerlo a pelo y casi siempre recurríamos a la marcha atrás.
Me preguntó si me acordaba cuando intentaba metérmela toda en la boca. Le dije que si, que nunca podía porque era muy gorda y entonces me dijo que porque no lo probaba ahora —empujé un poquito más hacia dentro haciéndola gemir—. Me cogió de la cabeza y me guió hasta su polla. Tiré de la piel hacia abajo para que saliera su gran capullo y lo lamí. Después abrí la boca todo lo que puede y empecé a tragármela —se la metí un poco más, notando como mi polla se ensanchaba pero todavía entraba con mucha facilidad en su coño abierto—, cuando llegué a la mitad de su rabo ya tenía la boca llena —empujé hasta tener la mitad de mi miembro metido dentro de ella—. Mmmm... le dije que era imposible meterse todo ese pollón en la boca y me dijo que no me preocupara, que entonces tendríamos que seguir practicando. Me levantó —siguió contándome mientras le acababa de meter toda mi polla— me quito el vestido y las bragas y me acarició el chochito. Ya estaba bastante mojadita. Así que me dijo que me tumbara en el asiento que me la iba a meter por un sitio por el que si me cabía todo su pollón. Me tumbé —yo ya estaba empezando a follármela bien y ella seguía contándome su aventura mientras gemía— me abrió las piernas, se puso el condón y me la empezó a meter.
¿Te gustaba cuando te la metía?
Si —respondió mientras empezaba a aumentar el ritmo de mis entradas en su coño—, estaba muy mojada y notaba mi chochito abrirse mucho con su pedazo de polla.
Me estaba encantando. Estaba disfrutando escuchando a mi novia contarme que el coño se le abría muchísimo con la polla de su ex dentro, mientras yo notaba entrar la mía muy suave después de habérselo abierto al máximo con mis cuatro dedos imitando el grosor de la polla que se había follado.
Cuando mi chochito se acostumbró a su tamaño comenzó a darme fuerte.
¿Así? —pregunté incrementando la dureza de mis pollazos.
Mmmm... no —respondió con cara de vicio— más fuerte, muy fuerte, pensaba que me iba a romper el coño.
¿Te gustaba que te diera fuerte como a una putita?
¡Oooh! ¡Si, mucho!
¿Te corriste mientras te follaba?
¡Claro! —exclamó gimiendo con fuerza—. Tenía el coño llenísimo y me follaba fortísimo. Me corrí súper rápido —comentó gimiendo entre espasmos—. ¡Oooooh! Le dejé el asiento lleno de mí —dijo corriéndose de nuevo.
Yo estaba apunto de correrme también, pero quería saberlo todo. Le saqué la polla rápido y bajé otra vez a comerme su corrida.
¿Y después? —pregunté con la boca llena de jugo.
Me levanté y me senté encima de él clavándome su polla —dijo levantándome y sentándome en el sofá—. Me la metí... así —explicó mientras se sentaba encima mio y se clavaba mi polla—. Cuando la tuve bien metida empecé a menear mi culito así —continuó explicándome mientras me follaba exactamente igual a como se había follado a Ángel—, le puse las tetitas en la boca para que me las chupara —continuó, haciendo lo propio, mientras le agarraba ese culazo que me encantaba— y entonces no aguantó más, me dijo que se corría y yo hice algo que recordaba que le encantaba.
¿Que hiciste? —pregunté con unas ganas incontenibles de correrme.
Ella sin decir nada sacó mi polla, se arrodilló y se la metió en la boca haciéndome soltar los primeros chorros calientes de semen y acto seguido la sacó y acabó de exprimirme en su cara y su pecho para posteriormente limpiarme los restos con su lengua.
Subió, me besó, se sentó en el sofá. Estaba exhausta, con el cuerpo relajado. Desnuda, con el chochito colorado y abierto. Los restos de mi semen en su pecho. Preciosa con las mejillas sonrosadas. Yo la contemplaba. Me había dolido que me engañara...
Te amo —le dije sinceramente, mirándola a los ojos.
Te amo —respondió con una sonrisa aliviada.
Estábamos relajados, yo tumbado a su lado en el sofá con la cabeza en su pecho, esparciendo con caricias los restos de semen de su teta derecha.
¿Que pasó después? —le pregunté mientras mis párpados empezaban a pesar.
Nada. Me vestí, él me dijo que a ver si nos veíamos otro día, yo le dí un beso para despedirme y volví con las chicas.
¿Le vas a ver otro día?
¡Oh, no! —exclamó—, ya te he dicho que te quiero a ti. Tú eres mi novio.
Yo siempre voy a ser tu novio. ¿Pero no te gustaría volver a follártelo algún día?
No, cariño.
¿Seguro? —insistí—. ¿Te gusta mucho su polla, nunca te habías corrido así?
Ya... a ti también se te a puesto muy dura hoy —dijo mientras acariciaba mi espalda—.
Si, me ha molestado, pero me he puesto muy cachondo oyéndote —admití sin vergüenza—. Puedes —dije levantando mi cabeza y mirándola a los ojos— follártelo cuando quieras.
Me miró con cara de sorpresa. Yo la miraba y sentí crecer dentro de mí un amor inmenso. La amaba más que a mi vida y quería verla feliz.
En serio. Te quiero y quiero estar contigo el resto de mi vida. Quiero compartirlo todo contigo y si me prometes que siempre me vas a querer, puedes acostarte con quien quieras. Solo pido que me lo cuentes para que podamos disfrutar como hoy.
Le sonreí. La besé con dulzura en los labios y volví a recostarme en su pecho.
Te quiero —la escuché decir mientras el sueño se apoderaba de mí.

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